lunes, 4 de marzo de 2013

La "renuncia" de Celestino V

Celestino V. Fuente: El Universal.com

El Papa Benedicto XVI dejará el Pontificado el 28 de febrero a un sucesor más joven

ABC.es. Día 18/02/2013

"...explica claramente los motivos de un gesto que no producía desde la renuncia de Celestino V en 1294".

Mucho se está hablando en los medios de comunicación de la renuncia de Celestino V, a finales del siglo XIII, como el precedente más claro de la "dimisión" del Papa Benedicto XVI. Hoy en "La ventana" queremos profundizar en la interesante figura de Pietro Angeleri di Morrone, cuyo abandono tras cinco meses de Pontificado está considerado uno de los misterios históricos en cuanto a intrigas vaticanas.
Pietro Angeleri ingresó como monje benedictino en el monasterio italiano de Santa Maria in Faifoli. Su tendencia al ascetismo le hicieron eremita en una cueva del monte Morrone, también en Italia. Allí permaneció cerca de cinco años completamente aislado. En 1244 fundó en otra cueva similar en la montaña de Maiella la Orden de los Celestinos, junto a dos compañeros.

Por su parte, la silla de San Pedro permanecía vacante desde Gregorio X, quien había logrado una fructífera unión con los cristianos ortodoxos. El enfrentamiento entre dos facciones cardenalicias encabezadas por las familias Colonna y Orsini provocaron una división interna que impidió elegir un nuevo Pontífice. Finalmente, se decidió escoger como Papa a un personaje neutral y extraño al mundo de la política eclesiástica: el ermita benedictino Pedro de Morrone

Pedro de Morrone accedió, abandonó su retiro y fue coronado como Papa el 7 de julio de 1294 en la ciudad de Aquila. Entró en la ciudad a lomos de un asno que conducía Carlos II de Anjou, rey de Nápoles. Y quizá es ésta una acertada metáfora de su corta gestión, durante la cual Pedro de Morrone, ahora Celestino V, fue un instrumento en manos del monarca. Carlos II logró incluso que la curia fuera a Nápoles. En la balanza constante entre Papado y monarquía el desequilibrio caía esta vez a favor del poderoso rey francés.

Ermita de San Celestino, en la montaña de Maiella

Celestino V estuvo solamente cinco meses al frente de la silla de San Pedro: abdicó el 13 de diciembre de 1294. Le sustituyó el intrigante Bonifacio VIII, Papa desde 1294 a 1303. Procedía de los Caetani romanos y, de hecho, devolvió a Roma la curia. Encerró a Celestino V en prisión, quizá por si se arrepentía de firmar su renuncia. Además, Bonifacio VIII temía del pueblo napolitano, que seguía defendiendo a Celestino como Pontífice legítimo. En el trayecto a prisión, Celestino logró escapar y refugiarse en su antigua celda del Monte Morrone hasta que, acosado por Bonifacio, intentó sin éxito huir a Grecia. Fue detenido, sometido a juicio y encarcelado en la torre del castel Fumone. Pedro de Morrone murió el 19 de mayo de 1296, tras diez meses de confinamiento,  aunque nadie pudo demostrar la participación del nuevo Papa en su posible asesinato. 

Bonifacio VIII expulsó a dos cardenales que defendían su elección simoníaca: es decir, que había accedido al cargo mediante sobornos. Después, pasó a la Historia por declarar el Primer Año Santo de la Cristiandad. Se inmortalizó en muchas esculturas. Fue, sin duda, el último representante de la teocracia pontificia, aunque tuvo en Felipe IV de Francia un hueso duro de roer.

Escultura de Bonifacio VIII con las llaves de San Pedro

Celestino V, en cambio, fue colocado por Dante en el Infierno de su Divina Comedia, junto a los inútiles o neutrales que se encuentran entre la puerta y el vestíbulo. El Canto III, Terceto 20 de la obra alude a Morrone diciendo: "Así que distinguir los rostros puedo, miro con más fijeza, y vi entre varios al que la gran renuncia hizo por miedo". Algunos estudiosos indican, no obstante, que Dante también pudo referirse en estos términos a Poncio Pilato. Puede que Pedro de Morrone hubiera sido mejor recompensado por la vida en su ermita de los Celestinos que en la silla de San Pedro, aunque eso es algo que ya no podrá saberse.

No podemos terminar el artículo sin referirnos a la renuncia voluntaria de otro Papa: Gregorio XII. Abdicó junto a Juan XXIII en el Concilio de Constanza nombrándose en 1417 a Martín V como nuevo Papa. Esto suponía el fin del Cisma de Occidente. El otro implicado, el zaragozano Benedicto XIII de Aviñón (el Papa Luna), jamás abdicó y acabó sus días refugiado en el Castillo de Peníscola, pero ésa es otra historia.

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